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La Necesidad de la Fricción
Porque necesitamos entrenar la resiliencia

Buenas, gente querida.
Desde que actualizamos La Chispa 🔥 para ser menos sobre noticias, y más sobre darles a ustedes las herramientas, ideas, y movidas más a la vanguardia posible para que avancen y crezcan como las personas movidas que son, hemos tenido que cambiar por completo el tipo de información que buscamos para traerles. De leer todos los noticieros del mundo y lo último que está pasando en política, negocios, tecnología y demás, ahora estamos leyendo ensayos de industrias nicho, tuits de los líderes de equipos en las mejores startups del mundo, y entrevistas de CEOs, autores, y líderes para poder agarrar las señales del futuro y traérselas a ustedes.
Haciendo esto, nos hemos dado cuenta de que hay una corriente corriendo por debajo de todo lo que se habla en Silicon Valley, en La Casa Blanca, en Nueva York, en la Unión Europea y en Pekín. Algunos quieren que se sepa, otros no para aprovecharse, y otros, como nosotros, empaquetarlo y traérselo a nuestra audiencia para que se den cuenta y entiendan el problema más grande que tenemos hoy en día y a futuro. Así que hoy, vamos a hablarles, de lo que todo el mundo (con o sin darse cuenta) lleva meses hablando:
El poder y la necesidad de la Fricción.

Hoy vamos con menos estructura de secciones específicas, y más con paso y calma.
Así que agarra tu café, resiste la conveniencia de darle esta edición a ChatGPT diciendo “resume esto porfa”, y vámonos de clavado a entender el “músculo” más importante de tu vida de ahora en adelante.
Suéltale
La Fricción, o en otras palabras resistencia, es lo que mueve al mundo. Tus músculos resisten fuerzas de la física para que camines, corras, y bailes. Los pistones de tu carro, impulsados por gasolina, empujan a tu motor y revolucionan sin parar para que llegues a tu cita médica.

Todos estos mecanismos de resistencia tienen que ser usados para que sirvan. Si no nos crees, ve al gym ahorita a levantar 100 kilos sin entrenar y nos avisas como te va, o prende el carro de tu abuela que tiene 10 años sin usarse y nos cuentas si prende.
La Fricción es clave para todo, y en estas últimas par de décadas, hemos eliminado casi todas las fricciones posibles en nuestro mundo. Espérense, no piensen que es un ensayo cursi sobre como hay que “ejercitar tu cabeza como ejercitas en el gym”. Va más alla. Resiste, danos el chance.
En la época, tu abuela caminaba 15 cuadras al mercado cada dos o tres días. Regateaba y lograba conseguir los tomates más baratos. Si el autobús no llegaba, se quedaba parada bajo el sol esperando. Si llovía, se mojaba, o resolvía y encontraba un techo o paraguas. Si el banco cerraba temprano, regresaba al día siguiente.
En cambio, Tú aprietas tres botones y llega un burrito a tu casa mientras ves Netflix.
Tu abuela tenía músculos que tú no tienes. No hablamos de bíceps. Hablamos de algo mucho más importante: el músculo de la fricción.
La capacidad de hacer cosas que no te gustan para conseguir lo que quieres. La tolerancia al "no". La habilidad de lidiar con inconvenientes sin que se te acabe el mundo.
Es normal que esto este pasando. La tecnología nos prometió eliminar el tiempo que pasamos en “tonterías y obligaciones” para liberarnos y hacer lo que de verdad queríamos. Apps de delivery para no tener que cocinar. Streaming y te ahorras el viaje a comprar quemaditos/películas piratas. Redes sociales y ves el mundo. Online banking y ya no tienes que ir banco (¿Se acuerdan la cantidad de veces que la gente iba al banco?). Como Marc Andreessen, eminencia de Silicon Valley, lo determinó en un ensayo providente en el 2011:

Y funcionó. La vida ahora es más cómoda, más rápida, más eficiente.
Pero todo no fue perfecto. Al eliminar la fricción de todo, accidentalmente eliminamos las barreras naturales que filtraban quién llegaba a donde.
Antes, si querías estudiar en una super universidad en una carrera nicho, primero tenías que enterarte de que existía, conseguir la aplicación, llenarla a mano, mandarla por correo, y esperar meses para una respuesta. Esa fricción natural significaba que solo la gente realmente comprometida aplicaba.
Ahora cualquiera puede aplicar a cualquier universidad con ChatGPT y tres clicks.
Antes, si querías un trabajo en otra ciudad, tenías que buscar en periódicos locales, llamar por teléfono, mandar tu currículum por correo; resolver. Esa fricción limitaba naturalmente el número de candidatos.
Ahora hay bots que aplican a miles de trabajos por ti, 24/7.
Se democratizó el acceso. Y lo que es de todos, no es de nadie. Y si todo el mundo puede aplicar a todo, pero la oferta sigue siendo la misma, ahora todo es exponencialmente más competitivo.
Harvard recibía menos de veinte mil aplicaciones al año en la década de los 2000, este año, recibió más de cuarenta mil, aceptando a solo el 3.6% de los aplicantes.

Un trabajo que antes tenía 30 candidatos ahora tiene 2,000. Un concurso que antes tenía 100 participantes ahora tiene 10,000.
Matemática simple: Más gente compitiendo por lo mismo = rechazo masivo
La democratización del acceso creó, sin querer, la democratización del rechazo.
Todos sabemos de alguien que aplicó a 180 trabajos y termina saliendo con de repente tres o cuatro entrevistas. O los artistas que mandan su portafolio hasta la luna, para solo recibir tres respuestas y las tres son “no gracias”
Este no es fracaso individual. Es el nuevo estado normal de las cosas. Cuando todo el mundo compite por todo, el rechazo se vuelve la experiencia más común de la vida.
¿Y cómo reacciona la gente al rechazo constante? Con desesperanza.
Cuando mandas 200 aplicaciones y recibes 5 respuestas, empiezas a creer que algo está mal contigo. Cuando intentas 50 cosas y ninguna funciona, empiezas a pensar que eres tú que no la das.
Las nuevas generaciones crecieron en un mundo donde el algoritmo te daba exactamente lo que querías. Descubrir música es buscar un playlist en Spotify. Decides que vas a hacer en el próximo viaje, por lo que diga TikTok. Tienes que comprar algo y Amazon te la trae en menos de una noche

Los niños ahora pasan los primeros 15 años de su vida en una burbuja donde el "no" casi no existía.
Entonces llegan al mundo real, de trabajos, universidades, relaciones, negocios, y te das de frente con la pared del rechazo masivo.
Lo que queda es una generación entera que se paraliza al contacto con fricción. Que deja el deporte nuevo al mes porque estaba “medio difícil”. Que se rinde de emprender porque su primer negocio no salió. Que acepta un “no” de un cliente o trabajo cuando un empujón más les decían que “sí”. Todo rechazo normal se vuelve evidencia de que son un fracaso.
Si se dan cuenta, el mercado refleja este miedo al rechazo. Hoy en día, abundan los productos que garanticen que no los van a rechazar.
Disney hace la película 47 de Marvel porque saben que ya tienes esa fórmula en tu cabeza. Marcas de ropa lanzan colecciones throwback que venden a través de la nostalgia (esos primeros 15 años). Marcas de cualquier tipo de producto que basan sus decisiones a través del último trend de TikTok.

¿Qué le das a gente que quiere sentirse mejor inmediatamente? Conveniencia extrema. Todo está diseñado pa' darte lo que quieres, cuando lo quieres, sin que tengas que esforzarte por conseguirlo.
Comida que llega en 20 minutos. Compras que llegan al día siguiente. Entretenimiento infinito disponible las 24 horas. Validación social inmediata a través de likes y comentarios. Hasta el esfuerzo de pensar profundamente para entretenernos lo eliminamos. TikTok con videos de 15 segundos que no necesitan contexto. Instagram con fotos que procesas en medio segundo.

Mientras menos fricción sentimos, más débiles nos volvemos.
Es un ciclo vicioso. La comodidad crea debilidad. La debilidad crea necesidad de más comodidad. La necesidad de más comodidad crea más debilidad.
Al mismo tiempo, las redes sociales te bombardean 24/7 con imágenes de gente que aparentemente vive sin fricción alguna y logra todo lo que quiere.
Tu feed está lleno de entrepreneurs de 24 años "trabajando desde la playa en Bali". Influencers que tienen una rutina de 4 horas de skincare, pilates, y coffee runs. Gente que aparentemente nunca trabaja pero siempre está en restaurantes caros.
Lo que no ves: Los años que ese emprendedor trabajó 80 horas semanales antes de poder trabajar desde la playa. Como la influencer pasa más tiempo arreglando la cámara que arreglándose a ella misma. O lo más probable, que es que todo es mentira.
Solo ves el resultado final curado. La vida sin fricción.
Todo esto nos tiene perdidos a todos.
Eliminación de fricción + democratización del rechazo + productos diseñados sin fricción + espejos mágicos de perfección = Una generación que no sabe cómo lidiar con la dificultad normal de la vida.

Por eso hay más ansiedad que nunca a pesar de más comodidades que nunca. Por eso hay más depresión que nunca a pesar de más entretenimiento que nunca. Por eso todo el mundo se siente inadecuado a pesar de vivir en la época más próspera de la historia.
El músculo de la fricción se atrofió completamente.
Y cuando no tienes tolerancia a la incomodidad, cada obstáculo pequeño se siente como una montaña imposible de escalar. Cada "no" se siente como una sentencia de muerte. Cada inconveniente se siente como evidencia de que algo está fundamentalmente mal contigo.

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